Al pasar la página de libro recién cogido de la biblioteca se deslizó grácilmente hacia el suelo un papel doblado. Siendo curiosa de nacimiento y no queriendo ensuciar el tren que me llevaba a casa, lo abrí y vi la voz de la desesperación escrita con letras alargadas y enérgicas.
Ojalá pudiera saber quien escribía esas letras, eran tan fuertes, tan intensas que parecían haber desbordado a su autor. Ojala pudiera conocer al hombre que se resquebrajaba en esa nota. Ojala pudiera… demostrarle que el mundo vale la pena.
No hay duda alguna de que esa letra desgarbada tenía que ser de hombre. ¿Pero de que hombre? Solo entornar los ojos se me dibuja un personaje extraño, un hombre misterioso. Y una incógnita aun peor, ¿quién guardó la nota aquí, él o ella? ¿ de verdad esta desgarradora nota llegoa su destino?
La personalidad de quien la escribe tiene que ser fuerte, porque hay que tener mucho valor y mucho miedo apra escribir esta misiva. Se intuir que le cuesta expresar lo que siente, pero eso no quiere decir que sea frío sino todo lo contrario, en la cabeza le bullen mil ideas que se golpean una y otra vez contra sus barreras. Las letras han sido estampadas en la hoja, no solo escritas. Cada palabra ha sido más difícil que la anterior.
El primer No de la frase es seguro y casi engreído, como si quisiera mostrar que la decisión es firme, como si quisiera dar a entender que esa frase estaba ya desprovista de sentimiento… pero es imposible mentirle a la realidad, por ello cada nueva letra se llena de dudas, se estrella contra un bloque de hielo quebrándolo, deshaciéndolo, incendiando hasta el corazón del iceberg.
La tinta se agolpa en el punto final de la frase, como si embelesado por lo que acababa de escribir no pudiera levantar al pluma del papel. Ésta quedó retenida por los hados del destino, por aquellos que le repetían que una vez escrito no podría volverse atrás.
No puedo quedarme, te quiero demasiado, me asusta tanto…